La estatua está hecha de yeso y muestra a Lucifer como una figura con alas grandes.
Está ubicada en la parte norte de la iglesia y ha sido objeto de vandalismo en varias ocasiones.
Fue encargada en 1852 por el vicario de la iglesia, el reverendo Bryan King. King era un teólogo que tenía fuertes creencias sobre el infierno y la condenación.
Creía que la estatua era una forma de advertir a su feligresía de los peligros del pecado.
La estatua fue recibida con críticas por algunos miembros de la iglesia, que la consideraban blasfema.
Sin embargo, King defendió la estatua, argumentando que era una representación precisa de Lucifer y un recordatorio del poder del mal.
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