Un momento de profunda emoción y reflexión se vivió en la pantalla de Canal Trece durante una reciente emisión de Otro día Perdido, el programa que conduce Mario Pergolini. Lejos del tono habitual del ciclo, la atención de los televidentes quedó completamente capturada por una historia real que combinó ciencia, vocación médica, lucha personal y esperanza, contada en primera persona y sin golpes bajos.

El protagonista fue Fernando Acosta, un médico especializado en diagnóstico por imágenes que, de manera inesperada, se vio obligado a atravesar el sistema de salud desde el otro lado: el de los pacientes. Frente a cámaras, explicó con claridad y serenidad cómo su vida dio un giro cuando recibió un diagnóstico oncológico a los 55 años, una edad en la que se encontraba en plena actividad profesional y personal. Su relato no solo impactó por el contenido, sino también por la forma en que fue compartido, con un tono informativo y reflexivo que evitó el dramatismo.
Pergolini introdujo el testimonio destacando que se trataba de una historia poco común, marcada por el vínculo entre un paciente y una profesional de la salud. Acosta explicó que, más allá de su formación médica, atravesar una enfermedad grave implica un cambio total de perspectiva. Según relató, los primeros síntomas aparecieron mientras seguía trabajando, algo que lo llevó a realizarse estudios que, con el correr de los días, arrojaron resultados inesperados. Fue en ese proceso donde intervino la doctora María Bastianello, especialista en medicina nuclear, quien tuvo un rol clave en el diagnóstico y posterior abordaje del caso.
Con un lenguaje claro, Acosta contó que, como médico, comprendía cada paso del proceso, incluso aquellos que resultan difíciles de asimilar. Esa doble condición —profesional de la salud y paciente— lo enfrentó a una realidad compleja: conocer en detalle los tratamientos disponibles, sus alcances y también sus limitaciones. En ese camino, explicó que debió atravesar distintas instancias terapéuticas y evaluar alternativas que no siempre están al alcance de todos por su alto costo o escasa disponibilidad.
En el estudio, el silencio fue absoluto mientras Acosta compartía cómo la enfermedad lo obligó a redefinir prioridades y a enfocarse en salir adelante. Pergolini, visiblemente conmovido, escuchó atentamente sin interrumpir, dejando que el testimonio fluyera y llegara directo al público. El impacto no estuvo dado por frases efectistas, sino por la honestidad y el rigor informativo con el que se narró la experiencia.
Luego tomó la palabra la doctora Bastianello, quien explicó de qué se trata la medicina nuclear y cómo este campo permite no solo diagnosticar, sino también tratar determinadas patologías mediante el uso controlado de materiales específicos. Ambos contaron que forman parte de una fundación internacional sin fines de lucro, dedicada a facilitar el acceso a terapias innovadoras para pacientes que, de otro modo, no podrían recibirlas. Según detallaron, el trabajo solidario y la cooperación entre profesionales resultan fundamentales para ampliar oportunidades dentro del sistema de salud.
El testimonio dejó una fuerte impresión tanto en el conductor como en el equipo del programa y la audiencia. En redes sociales, muchos destacaron el valor de visibilizar historias reales que combinan conocimiento científico, empatía y compromiso social, sin caer en el sensacionalismo. La emisión se transformó así en uno de los momentos más comentados del ciclo.
Lejos de generar alarma, el relato permitió comprender mejor cómo avanza la investigación médica, qué desafíos enfrentan los pacientes y por qué resulta clave la colaboración internacional para garantizar tratamientos más equitativos. Pergolini cerró el segmento agradeciendo a los invitados por compartir una experiencia que, según expresó, “invita a pensar y a valorar el trabajo silencioso que muchos profesionales realizan todos los días”.
El paso de Fernando Acosta y María Bastianello por Otro día Perdido dejó una enseñanza clara: detrás de cada avance científico hay historias humanas que merecen ser contadas con respeto, claridad y responsabilidad, incluso —y sobre todo— en la televisión abierta.