Durante medio siglo, los restos de este avión han permanecido abrazados por la naturaleza.
El hallazgo quedará plasmado en la historia y relatos populares de Cabo Corrientes, Jalisco
Integrantes del Jardín Botánico de Puerto Vallarta ya conocían del accidente ocurrido en 1973 y sabían que en alguna parte de la zona serrana todavía pudieran existir vestigios de la aeronave. Fue hasta que una de sus tantas excursiones botánicas al sur de la Bahía de Banderas la dedicaron a buscar el sitio de la tragedia. Pidieron apoyo a habitantes de las comunidades cercanas para orientarse en lo profundo de las montañas, una mezcla entre selva y bosque. Cuando los integrantes descendían sobre las cañadas y bajo una lluvia torrencial, quedaron atónitos.
Cuando nos llegamos a encontrar con algunas piececitas, piececitas de metal, algunas tuberías hidráulicas y entonces justo en ese momento dijimos, sabes qué, estamos en el lugar, estamos aquí en el lugar. Nos expandimos un poquito y otros compañeros lograron avistar lo que en su tiempo fueron las turbinas
Jesús Reyes, director del Jardín Botánico de Puerto Vallarta.
Los fragmentos de las turbinas y del fuselaje correspondían al vuelo 229 de Aeroméxico. El 20 de junio de 1973, partió del Aeropuerto Intercontinental de Houston, Texas, con dirección a Puerto Vallarta. Próximo al aterrizaje, al parecer por un error humano, el avión no logró reducir la velocidad a tiempo y se impactó en la montaña. 27 Personas murieron entre pasajeros y tripulación, una catástrofe que marcó la actividad aérea de la época.
Nos tocó presenciar el aparatoso accidente, los restos de las turbinas y otros aspectos que son conocidos por la gente local. Algunos lo vivieron, pero muchos ya lo habían olvidado
Cristóbal Sánchez, colaborador del Jardín Botánico de Puerto Vallarta.
El hallazgo fue algo sumamente increíble. En la expedición en la que íbamos, llevábamos apoyo con bestias, porque la zona es muy accidentada. El área donde encontramos este accidente o los restos de este accidente está a una altura aproximadamente de 700 metros sobre el nivel del mar
Jesús Reyes, director del Jardín Botánico de Puerto Vallarta.
Dos horas de caminata en zonas de difícil acceso, pero con dirección y altura definidas, fueron suficientes para dar con el descubrimiento. Los vestigios seguirán formando parte del recóndito paisaje verde y lleno de vida, pero que una vez fue escenario de tragedia y muerte.
Julio Silva
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