No era la primera vez. Nadie sabe si será la última. Pero, por el momento, la Policía Municipal ha vuelto a detener a Rafael H., el anciano de 72 años que, de forma recurrente, en un acoso sin cuartel, se masturbaba frente a Milagros, de 73 años.
Cada uno de ellos vive en un bloque distinto, pero sus edificios están enfrentados, separados por una pequeña calzada, y entre ambas ventanas no hay más de 10 metros de distancia. Porque los dos habitan en sendas terceras plantas, siendo las cortinas y las persianas los únicos escudos de los que dispone Milagros.
Pese a ello, el calvario que ha vivido esta mujer se traduce en el «envío compulsivo de cartas de índole afectivo-sexual»; en que cada vez que ella se asomaba a la ventana él se masturbaba; o en que, incluso, le «lanzaba besos mientras se tocaba sus partes». | @elmundo