Los fantasmas no existen, pero aún así llevan miles de años espantándonos. Te contamos a continuación cuál podría ser la primera historia de fantasmas que se registró en la historia.
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Nuestra vieja creencia en fantasmas
Contrario a lo que podría pensarse, la forma en que concebimos a lo sobrenatural no es estática. A lo largo de la historia ha ido mutando nuestra visión sobre los fantasmas, el más allá y si hay vida después de la muerte. La gran mayoría de los pueblos han tenido una visión sobre “el inframundo” y sobre los muertos que pueden volver de él.
Por ejemplo, en la épica de Gilgamesh, escrita hace 4 mil 500 años, ya se menciona y se visita el inframundo. En la última de las tablillas de barro que componen este poema, uno de los personajes, Enkidú, regresa como una aparición y narra lo que vio en el reino de los muertos.
En otra época de la Antigüedad, La Odisea, Ulises viaja al inframundo. Ahí convive con varios de los espíritus de sus compañeros en la Guerra de Troya. Cuando el guerrero se encuentra con su amigo Aquiles, este le confiesa que preferiría ser “un esclavo en el mundo de los vivos que ser rey en el mundo de los muertos”.
Sin duda a muchos este episodio recordará a muchos el ocurrido en el Popol Vuh, poema escrito por los mayas quiché. En este texto, los hermanos Ixbalanqué y Hunahpú viajan al Xibalbá, equivalente al Mictlán mexica, donde viven los muertos.
Sin embargo, aunque aparecen muertos en estos relatos, hay un rasgo que los separa de nuestros fantasmas modernos: estos textos tenían un matiz religioso y mitológico. No se trataba de relatos que buscan espantar a quien escucha, sino historias de heroísmo que buscan enaltecer a sus protagonistas.
La carta de Plinio el Joven que incluya la historia de fantasmas más antigua
La visión de los fantasmas como entidades paranormales, pero no religiosas, capaces de asustar a los vivos, llegaría muchos años más tarde. Puede apuntarse a los romanos como los responsables de inventar una versión mucho más cercana a los fantasmas modernos, ajena a la religión.
Los romanos creían que los lugares podían quedar malditos y tener fantasmas, de la misma forma en que hoy en día en Occidente la gente cree en casas embrujadas. En este sentido, la historia de fantasmas “moderna” más antigua de la que se tenga registro sería aquella que escribió Plinio el Joven hace mil 900 años.
Plinio el Joven fue un célebre abogado y funcionario del Imperio romano. En su tiempo fue famoso por trabajar para el emperador Trajano. Sin embargo, pasó a la historia no por sus cargos sino por sus cartas.
La correspondencia que mantuvo con sus cercanos ha llegado hasta nuestros días como un invaluable documento a través del cual hemos conocido sobre la administración y la vida cotidiana de los romanos.
Entre muchos temas, desde la erupción del Vesubio hasta las felicitaciones por los cumpleaños (sí, los romanos ya se felicitaban entre ellos en el día en que nacieron), Plinio el Joven también escribió de fantasmas. En una famosa carta a su amigo Sura, el escritor pregunta si este cree en los espectros. En la carta 27 del libro 7 de su Epistolario, Gayo Plinio escribe:
Me gustaría mucho saber si tú crees en los fantasmas y si tienen figura propia y alguna fuerza sobrenatural o si, por el contrario, no tienen consistencia ni realidad y adquieren una apariencia a partir de nuestro temor.
Como se entiende en su texto, estos fantasmas no son una cuestión religiosa. El debate apunta a la racionalidad y el autor se pregunta si son producto de la sugestión.
Acto seguido, Plinio relata tres historias, de las cuales una es particularmente semejante a nuestras historias actuales de terror. En su relato, Plinio hace una de las primeras referencias históricas a una casa embrujada:
Había en Atenas una casa grande y espaciosa, pero de mala fama y peligrosa para vivir en ella. En medio de la noche se oía el sonido del hierro y, si escuchabas más atentamente, el ruido de cadenas, primero lejos, luego más cerca. Después aparecía un espectro, un anciano extenuado por la delgadez y la suciedad.
Como miles de historias de terror que se cuentan hoy en día, esta casa de Atenas no se podía vender ni rentar porque los habitantes eran espantadas por un “alma en pena”. “Por ello los ocupantes pasaban en vela unas noches terribles y siniestras a causa del miedo”, escribió Plinio.
Todo cambió el llegó a Atenas el filósofo Atenodoro. Después de enterarse de la leyenda que cubría a la casa, Atenodoro decidió pasar la noche en ella.
Para no sugestionarse, llevó consigo tablillas (los romanos escribían comúnmente no en papel, sino en cera o barro) y una lámpara, para escribir durante la noche. Según cuenta Plinio, cuando anocheció comenzaron los habituales ruidos de cadenas. Sin embargo, Atenodoro no prestó atención a los ruidos y cuando el fantasma llegó a su lado lo hizo esperar:
Ahí estaba de pie el fantasma y hace señas con el dedo como si le llamase. Atenodoro, por su parte, hace señas con la mano para que espere un poco y de nuevo se inclina sobre las tablillas y el estilete. El espectro mientras tanto hacía resonar las cadenas por encima de su cabeza mientras escribía.
Cuando al fin se dignó a prestar atención al fantasma, este lo llevó hasta el patio y se desvaneció. Al día siguiente, tras consultar a las autoridades de Atenas, Atenodoro mandó a excavar en el sitio donde desapareció el espectro. Los esclavos encontraron ahí una osamenta:
Se encontraron unos huesos, incrustados y mezclados con las cadenas.
Después de que le dieran una sepultura digna a los huesos encontrados, las apariciones dejaron de ocurrir en aquella casa de Atenas. Esta historia guarda múltiples semejanzas con las historias y leyendas fantasmagóricas que se cuentan hoy en día. Debido a que no es una historia religiosa ni mítica, se le considera la primera historia de fantasmas registrada.
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