un estudio arqueométrico reconstruye la paleta de tonos y los pigmentos de los famosos frescos romanos


La erupción del año 79 d. C. sepultó Pompeya bajo metros de cenizas, pero la catástrofe también permitió preservar un patrimonio excepcional: docenas de pigmentos conservados en sus recipientes originales, procedentes de los talleres, las casas que se estaban pintando y los contextos sagrados. Un estudio científico publicado en Journal of Archaeological Science en 2025 ofrece una reconstrucción minuciosa de la paleta cromática pompeyana. La investigación revela, además, cómo los artistas romanos dominaban la elaboración y el uso tanto de los pigmentos naturales como de las mezclas sintéticas. La investigación demuestra que la sofisticación técnica de los pintores pompeyanos fue extraordinaria, capaz de generar una riquísima gama de tonos.

La paleta perdida: cómo el Vesubio selló un archivo cromático único

El estudio se basó en el análisis no invasivo de 26 muestras que tomó el equipo del Parque Arqueológico de Pompeya. Las muestras permitieron reconstruir tanto la composición de los pigmentos como los procesos de preparación y las estrategias cromáticas de aplicación. Desde los blancos minerales hasta los compuestos arsenicales, pasando por las tierras ocres hasta el célebre azul egipcio, este corpus se ha convertido en un archivo cromático irrepetible que ilumina la práctica artesanal romana desde el siglo III a. C. hasta la víspera de la erupción.

Talleres, utensilios y registros pigmentarios: los contextos arqueológicos de los colores pompeyanos

Los pigmentos estudiados proceden de espacios vinculados de forma directa con la actividad pictórica. En la conocida como Casa con taller (I 9, 9), se hallaron más de 150 recipientes, herramientas, paletas, compases y marcas murales que documentan la actividad de un pigmentarius, un vendedor de pinturas. En la Casa de los pintores trabajando (IX 12, 9), por su parte, el proceso de decoración de la vivienda se vio interrumpido por la erupción. Este hecho inaudito ha permitido analizar de primera mano los pigmentos preparados y dispuestos para su uso, incluso la elaboración de varios tonos de un mismo color.

Otros pigmentos proceden del Templo de Apolo (siglo II a. C.) o de la antigua domus con atrium testidunatum (siglo III a. C.). La riqueza cronológica de los materiales utilizados ha resultrado esencial en el estudio. El equipo ha podido constatar que, en Pompeya, se preservaron pigmentos utilizados durante más de dos siglos. Esta riqueza, por tanto, ha permitido rastrear tanto la continuidad como la evolución de los materiales.

Pompeya
Fresco de la casa de los castos amantes, Pompeya. Fuente: WolfgangRieger/Wikimedia

Los blancos: del creta calcarea al refinado paraetonium

Los investigadores identificaron dos blancos minerales principales. El primero, compuesto por calcita, corresponde a la tradicional creta calcarea, un pigmento de uso muy extendido en la pintura romana. El segundo blanco, mezcla de dolomita y aragonito, coincide con el paraetonium que las fuentes antiguas describen como un blanco “austero”.

Ambos se emplearon tanto como pigmentos puros como en las mezclas que modulaban otros colores. La elección del tipo de blanco condicionaba la luminosidad general de la capa pictórica; los pintores romanos dominaban estas variaciones con precisión técnica.

Los negros: el dominio de los carbones y el atramentum

Los negros analizados muestran dos tecnologías distintas. Un pigmento corresponde a un negro carbonoso puro, derivado de la combustión de maderas resinosas: se trataría del atramentum mencionado en las fuentes. El otro, más complejo, combina carbón con calcita, óxidos de hierro, cerusa calcinada y trazas de compuestos cuprosos. La diversidad de los colores negros permitía producir matices cálidos o fríos y acabados mates o brillantes.

Pigmentos
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Los rojos: ocres, sandyx y tonalidades moduladas

El rojo más común atestiguado en Pompeya es la rubrica, un ocre rico en hematites mezclado con arcillas y calcita. Sin embargo, otro de los pigmentos rojos identificados corresponde al sandyx, una mezcla de ocre y minio, que generaba un rojo más intenso y costoso. El estudio confirma, así, las prácticas descritas por Plinio: los artesanos ajustaban el precio del compuesto y la viveza del color adaptando la proporción de componentes naturales y artificiales.

Los naranjas y amarillos: entre tierras de goethita y minerales arsenicales

Los pintores pompeyanos dominaban la paleta cálida a través de tierras naturales seleccionadas, lavadas o levigadas para concentrar el componente cromático. Los naranjas proceden mayoritariamente de tierras naturales ricas en goethita y hematites, pero el hallazgo más llamativo de esta gama cromática procede del pigmento DOD2, compuesto por realgar (As₂S₂), un mineral rojo-anaranjado de brillo resinoso. Los amarillos, por su parte, se elaboraban con goethita, mezclada en ocasiones con pequeñas cantidades de azul egipcio o minio para intensificar el tono.

Los rosas: del purpurissum a mezclas con plomo y arcillas claras

El rosa romano se obtenía mediante varias estrategias. Uno de los pigmentos más notables es el purpurissum, creado al teñir una base mineral (creta rica en silicatos) con colorantes orgánicos como la rubia roja (Rubia tinctorum). El análisis ha revelado, además, la presencia de purpurina, alizarina e incluso indigotina, lo que confirma la compleja receta cromática del rosa pompeyano. Otros tonos de rosa se produjeron mezclando cretas claras, ocre rojo y cerussa usta, sin la inclusión de colorantes orgánicos.

Fresco
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

El azul: la hegemonía del azul egipcio (caeruleum)

El estudio confirma que el azul de Pompeya corresponde, casi siempre, al azul egipcio, un silicato cálcico cuproso donde abunda la cuprorivaita. Los distintos tonos obtenidos dependen tanto del tamaño del grano como de la proporción de cuarzo y calcita. Algunos pigmentos corresponden a variedades finas como el coelon; otros, a mezclas modificadas con plomo o arsénico, equivalentes al lomentum.

Los verdes: desde la malaquita hasta mezclas con azul egipcio

El verde aparece en dos variantes: un pigmento de malaquita pura (chrysocolla en la terminología antigua) y un verde oscuro obtenido mezclando creta viridis, azul egipcio y minerales arsenicales. Tal variedad demuestra que los verdes romanos combinaban los recursos naturales con una habilidad para la mezcla.

Una de las muestras pigmentarias (ref. 18127) proporcionó un dato arqueométrico singular: se había obtenido mediante la combinación de barita y alunita como base de un verde claro, mezclada con cuprorivaita y arcillas. Este material constituye la primera evidencia documentada del uso antiguo de sulfato de bario en el Mediterráneo, lo que abre nuevas preguntas sobre las redes de aprovisionamiento, las capacidades tecnológicas y la experimentación.

Fresco pompeyano, mujer culta
Fresco pompeyano. Fuente: Wikimedia

Una paleta más rica y compleja de lo imaginado

Esta investigación publicada en Journal of Archaeological Science reconstruye una paleta extraordinariamente rica, sustentada en pigmentos minerales, sintéticos y orgánicos. Los artesanos pompeyanos manejaban una ciencia del color altamente especializada, capaz de mezclar, modular y transformar sustancias para generar frescos vibrantes y realistas. El estudio demuestra que la pintura romana fue el resultado de un conocimiento técnico profundo, de un pigmentarium vibrante y de una cultura visual obsesionada por el color.

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